Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios. Hechos 20:24 Reina-Valera 1960
Apostol Pablo
El pasaje de Hechos 20:16-24 nos presenta un momento clave en el ministerio del apóstol Pablo, donde expresa su compromiso inquebrantable con la misión que Dios le ha encomendado. Apóstol Pablo sabía que su camino no sería fácil, y el Espíritu Santo ya le había advertido que lo esperaban dificultades y sufrimientos. Sin embargo, su enfoque no estaba en las tribulaciones, sino en cumplir con gozo la tarea de proclamar el Evangelio de la gracia de Dios.
Esta gracia, mencionada por el Apóstol Pablo, es el núcleo de nuestra fe. No se trata de lo que nosotros podamos hacer o merecer, sino de lo que Dios, en su infinita misericordia, ha hecho por nosotros. La salvación no se basa en nuestras obras o en cumplir reglas estrictas, como nos recuerda el Sermón del Monte, donde Jesús expandió el significado de la ley. Más bien, se trata de un regalo inmerecido que solo podemos recibir por fe.
Dios, en su amor infinito, decidió extendernos su gracia a través del sacrificio de Cristo. Jesús pagó por completo nuestra deuda de pecado en la cruz, y lo único que se nos pide es creer en Él y aceptar ese don gratuito. No tenemos que añadir nada, ni preocuparnos por ser lo suficientemente buenos para mantener el favor de Dios, porque su gracia es eterna y no depende de nuestros méritos.
Incluso después de experimentar la salvación, la gracia de Dios sigue operando en nuestras vidas. Es un recordatorio constante de que, aunque enfrentemos pruebas y dificultades como las que el Apóstol Pablo anticipaba, podemos continuar nuestra carrera con gozo, sabiendo que somos sostenidos por el amor incondicional de nuestro Padre celestial.
Este mensaje de esperanza nos invita a confiar plenamente en la bondad de Dios. Su gracia nos cubre, nos restaura y nos da la certeza de que, sin importar las circunstancias, Él camina a nuestro lado. Así como el Apóstol Pablo no valoraba su vida más que cumplir su propósito, también nosotros podemos vivir con la certeza de que nuestra vida está en las manos de un Dios que nos ama y nos guía a través de su gracia maravillosa.
Demos gracias a Dios por su plan perfecto, por la obra redentora de Cristo, y por la seguridad de que, en cada etapa de nuestra vida, su gracia es suficiente. ¡Que este mensaje sea un recordatorio constante de la esperanza y la paz que encontramos en el Evangelio de la gracia de Dios!